domingo, 19 de febrero de 2012


RESPUESTAS AL EDITORIAL DE ABC, DONDE ALDO ZUCOLILLO EXPRESA QUE "NOS MERECEMOS" LA INTERVENCIÓN BRASILERA
Enviado por oscar brítez: QUE APOYO A LA "INTERVENCION EXTRANJERA". Qué pasa con la postura contra el Protocolo de Montevideo?. No era que estabas en contra?. Al parecer cuando de defender la tierra de los nuevos dueños de la tierra la intervención está bien, pero cuando se trata de la democracia la postura de los vecinos está mal. Por favor explícame.

Enviado por Antonio Martinez Garcete : Brasil es 20 veces más grande que Paraguay tiene suficiente lugar para ubicar sus compatriotas, es tiempo de que se lleven sus gentes para que haya paz. No beneficia para nada la estadía de los brasiguayos y extranjeros, humilla a los campesinos por su ignorancia y condición de pobreza. Los paraguayos debemos defender primeros los interese de nuestros compatriotas y después lo de afuera. Una vergüenza seria desalojar a los campesinos de sus tierras y repartir a los extranjeros.

http://www.abc.com.py/nota/nos-merecemos/


¡Nos merecemos!


Una delegación de congresistas brasileños se apresta a visitar el Paraguay para, según se anuncia, tomar conocimiento directo de los problemas que afectan a connacionales suyos afincados en nuestro país. Es lógico que el Brasil –y cualquier otro país afectado del mismo modo– no permanezca impasible mientras algunos grupos de atorrantes, que agitan pretextos de reivindicación social para cometer toda clase de excesos e ilicitudes, manoseen y agredan impunemente a colonos inmigrantes en general, y a brasileños en particular. Si los paraguayos no somos capaces de defender la vida y los bienes de los extranjeros que habitan nuestro país, nos merecemos la vergüenza de que vengan a hacerlo desde afuera.
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Una delegación de congresistas brasileños se apresta a visitar el Paraguay para, según se anuncia, tomar conocimiento directo de los problemas que afectan a connacionales suyos afincados en nuestro país. Es lo correcto y lo normal; así proceden todos los gobiernos del mundo que incluyen entre sus obligaciones habituales la atención hacia sus ciudadanos, cualquiera sea el lugar del mundo donde residan. Es razonable y recomendable que los congresistas, en su carácter de representantes populares, tomen esas responsabilidades.

Incluso nuestro país, que nunca se destacó mucho por preocuparse por los expatriados, en alguna que otra ocasión envió delegaciones oficiales a la Argentina para interiorizarse de problemas atinentes a la colonia de paraguayos.

Pero violentos voceros de los “carperos” y otras bandas delictivas que actualmente agitan la vida rural de la parte económicamente más desarrollada de nuestro país, protestan por la anunciada visita de congresistas brasileños. Sacan a relucir viejos y falaces disparates de ridículo corte nacionalista, como que el Paraguay es una república soberana y similares, pretendiendo, con ese infantil recurso, respaldar su cada vez más repudiada conducta prepotente y violadora de derechos elementales.

No hace mucho, cuando en Inglaterra sucedió la muerte violenta de un inmigrante brasileño a manos de la Policía, debido a la equivocación de unos agentes, la protesta diplomática del Brasil fue tan enérgica que produjo la renuncia de varios altos funcionarios de la seguridad londinense, así como el inmediato procesamiento de los agentes. Y eso que el brasileño muerto era un inmigrante ilegal. Este es el temperamento que rige actualmente en el mundo civilizado en materia de derechos fundamentales.

Es lógico prever, por consiguiente, que el Brasil –y cualquier otro país afectado del mismo modo– no permanecerá impasible mientras algunos grupos de atorrantes más o menos bien organizados, que agitan pretextos de reivindicación social para cometer toda clase de atropellos e ilicitudes, manoseen y agredan impunemente a colonos inmigrantes en general, y a brasileños en particular, que hace años vinieron a arraigarse en este país cumpliendo con las normas legales y viviendo en paz.

Y mayor y más directa será la presión que recibamos de los gobiernos de países como esos si es que el fenómeno de las bandas de campesinos delincuentes aparece ante la vista pública como respaldados y mantenidos por el Gobierno. La sospecha de que esto pueda estar sucediendo –y lamentablemente el presidente Lugo pone mucho empeño en alentarla– debería incrementar la preocupación política de los gobernantes de esos Estados en los que se toma en serio la protección debida a sus connacionales.

¿Qué debería hacer cualquier gobierno de nuestro país si emigrados paraguayos fueran asediados, incendiadas sus plantaciones, sus instalaciones o sus maquinarias, atropellados en sus residencias o negocios, intimidados con armas y amenazas de muerte o de expulsión violenta, abandonados por las autoridades encargadas de proteger sus derechos y otros actos de vandalismo similares? Debería actuar con la premura y energía adecuadas.

Y no es otra cosa lo que cabe esperar del Gobierno brasileño frente a la peligrosa situación planteada por las bandas que actualmente asuelan en diversos puntos de nuestra Región Oriental, escogiendo como víctimas a los colonos extranjeros y a los que no hablan guaraní “como nosotros”, según la torpe definición de uno de los líderes voceros de los maleantes, el comerciante Victoriano López, hecho famoso muy veloz y recientemente por esta y otras lamentables declaraciones del mismo grotesco tenor.

Mas el núcleo más grave de este problema radica, en el fondo, en la colusión que existe entre Fernando Lugo y su entorno, por una parte, y estas nuevas bandas rurales delictivas violentas como los llamados “carperos”, que gozan de tantas prerrogativas que hasta el Gobierno se dispone a ponerles escuelas en el mismo lugar donde se asientan para perpetrar sus atropellos. Hoy son escuelas, con la falacia de que los niños que están allí no deben perder clases; mañana serán también centros de salud, porque debe atenderse este aspecto no menos principal; y electricidad, que es esencial, y agua potable, y farmacias, y almacenes, y locales para el culto, y para entretenimientos... y así sucesivamente, hasta crear una situación de hecho irreversible, que es lo que se persigue como finalidad oculta.

Si es que Lugo y su gobierno no lo pueden garantizar, las autoridades políticas brasileñas hacen muy bien en tomar muy seriamente la defensa de los derechos de los “brasiguayos” y su protección personal, de esto no le debe caber duda alguna a ningún miembro del régimen luguista. Chillarán todo lo que quieran los voceros de las bandas “carperas”, se rasgarán las vestiduras en nombre de la soberanía, de la nacionalidad, del Mariscal López y de cualquier otro símbolo propagandísticamente utilizable en sus campañas y en sus falacias, pero no van a detener la rigurosa aplicación de los principios del Derecho Internacional por el que nuestro país, al igual que los demás, está obligado a regirse. No hay motivo alguno para pensar que el mundo civilizado hará una excepción con nuestro actual gobierno por ser de “izquierda”, permitiéndole que continúe haciendo la vista gorda a los excesos delictivos que afectan arbitrariamente a extranjeros regularmente afincados.

La peligrosa y dañina aventura de los “carperos” tiene que acabarse de algún modo y lo más rápidamente posible. Si ocurriera por efecto de la intervención inmediata y eficaz de la justicia, sería la mejor opción; de otros modos, como por la reacción concertada y violenta de las víctimas, o por la intervención de potencias extranjeras, sufriríamos consecuencias impredecibles, todas inevitablemente dañinas.

Es responsabilidad personal y exclusiva del presidente Lugo que se produzca la solución menos dramática y perjudicial para nuestra sociedad, que hasta no hace mucho todavía podía dirimir sus conflictos con sensatez y sin apelar a la fuerza bruta.

Si los paraguayos no somos capaces de defender la vida y los bienes de los extranjeros que habitan pacíficamente nuestro país, nos merecemos la vergüenza de que vengan a hacerlo desde afuera.
19 de Febrero de 2012 00:00

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